En una larga catequesis sobre la oración, llena de citas evangélicas, Francisco exhorta a los hermanos a permanecer con el corazón vuelto hacia Dios y convertirlo en morada de Dios y de su palabra.
El corazón es el centro del ser humano, el núcleo donde la persona toma sus decisiones. En el corazón reside o bie el diablo o bien Dios y su palabra. Mientras permanecen en vida, los seres humanos corren el riesgo de que "venga el diablo y robe lo que ha sido sembrado en sus corazones y quite de sus corazones la palabra, no sea que creyendo se salven
(1 R 22,13).
Por eso exhorta Francisco "Y guardémonos mucho de la malicia y astucia de Satanás, que no quiere que el hombre tenga en su mente y su corazón vueltos a Dios (1 R 22,19).
De ahí que toda la preocupación de los hermanos deba consistir en servir, amar, honrar y adorar al Señor dios con limpio corazón y mente pura" (cf.1R 22,26).
Así pues, la oración es mucho más que una mera especulación teórica sobre Dios, y mucho más que una palabra nueva (cf. Mt 6.7). La oración es permanencia amorosa en la presencia de Dios, una incensante unión con El. Y esta actitud contemplativa hay que mantenerla también en el trabajo "de forma tal, que evitanto el ocio, que es enemigo del alma, no apaguen el espíritu de la santa oración y devoción , a cuyo servicio deben estar las demás cosas temporales (2 R 5,2). Este lema rige igualmente para los teólogos y predicadores, como encarecidamente recomienda Francisco en su breve carta a San Antonio.
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