Lo más hermoso que le ha pasado en su vida a la señora
Vicenta García viuda de Ortega es haber ingresado a la Orden Franciscana Seglar
hace más de 50 años, porque cuando conoció
la vida de San Francisco de Asís y Santa Clara , fue atraída al servicio de Dios dentro de esa
familia religiosa.
Vicentita como la llaman cariñosamente sus hermanos menores,
es ejemplo de vocación y perseverancia para las futuras generaciones porque en ella se refleja el carisma
franciscano de prestar servicio a su fraternidad con humildad y obediencia,
siguiendo la Regla de la Orden Franciscana Seglar.
A sus cien años de existencia al nacer en la capital poblana
un 22 de enero de 1914, según consta en
su acta de nacimiento, fue bautizada en la religión católica en el Templo de
San Marcos, vivió su niñez y pubertad muy feliz al lado de su madre, tíos y
parientes cercanos.
Muestra sus documentos más importantes, su acta de
nacimiento, su fe de bautizo y un
retrato cuando tenía 15 años de edad, a su lado un hombre joven y moreno está
sentado en una silla, en ese entonces era su novio Jorge Ortega Kirvan.
Lo recuerda como si fuera ayer pues cuando cumplió 15 años conoció al que
sería su compañero de vida Jorge Ortega Kirvan, con quien procreó cinco hijos: Alta Gracia Ortega
García que murió muy pequeña, Juan Ortega García, Gabino Ortega García, que
también falleció, Cecilia Ortega García terciaria Franciscana, Teodora Ortega
García y Alberto Arcega García.
Esta dama aún a sus
cien años goza de una mente lúcida que le permite recordar los hechos más
importantes que ha vivido, además de ser madre de siete hijos, tiene de 17 nietos y 21 bisnietos.
Relató que a los 27 años quedó viuda porque su compañero de
vida murió en 1941 de fiebre tifoidea, por lo que tuvo que emplearse en diferentes
labores, entre ellas, la de ser
costurera durante 25 años para alimentar a sus hijos.
“Me las vi negras porque cuando murió mi esposo el más
pequeño de mis hijos tenía 8 años y tuvo que salir también a trabajar junto con
sus hermanos para aportar al gasto familiar, pero gracias a Dios nunca nos
quedamos sin comer”.
Al paso de los años sus hijos fueron creciendo y en la
década de los 50 una persona que la conocía
la invitó a pertenecer a la Orden Franciscana Seglar, en ella quedó
latente el deseo pero la respuesta del sí definitivo tardó tiempo .
Hasta que nació en ella el deseo intenso de pertenecer a la
fraternidad, aseguró, que esta motivación fue una gracia que nuestro Señor
Jesucristo a través de San Francisco le concedió poco a poco, porque una tarde
al salir de trabajar del taller de costura dirigió sus pasos al Templo de la Impresión de las Cinco Llagas
conocido como Iglesia de San Francisco. En ese entonces era ministra la señora
Dolores Furlong y el padre guardián Francisco
Aguilar.
“Recuerdo que se acercaba la Fiesta de San Francisco y nació
en mí un deseo vivo de entrar a la orden franciscana, la ministra, el padre y
mis hermanos franciscanos, me acogieron rápidamente y perseveré tanto que en un
año tomé el hábito”.
Vicentita asegura que después de esta gracia espiritual su
vida cambió por completo porque surgió en ella una plena confianza en Dios, que
le permitió comprometerse con su profesión de fe para vivir el evangelio a la
manera de San Francisco y Santa Clara de Asís
La hermanita Franciscana recuerda perfectamente la Forma de
Vida y parafrasea parte del artículo 4
de la Regla … los franciscanos seglares dedíquense asiduamente a la lectura del
evangelio, y pasen del Evangelio a la vida y de la vida al Evangelio”.
Precisamente fueron sus hermanos franciscanos y la lectura
de la sagrada escritura que le permitió salir adelante de las tribulaciones que
todavía le esperaban, como la delicada operación de su hija Cecilia, ahora
terciaria franciscana, la muerte de su
hijo Gabino en un accidentar de moto en la carretera, y la muerte de su yerno
que también ingreso a la orden franciscana seglar.
“Fue un dolor muy grande pero Dios a través de la
fraternidad franciscana me dio la fortaleza y la espiritualidad en la oración
para salir adelante y con la ayuda de Dios todo dolor es posible superarlo”.
Aún cuando sus ojos y piernas le fallan porque su vista está
cansada y sus rodillas le duelen, provocándole caídas y tropiezos en la calle, que
afortunadamente hasta el momento no han sido graves; afirma Vicentita que su deseo de ir los domingos a
misa a las 7:30 de la mañana, orar y convivir, con sus hermanos de la Tercera
Orden Franciscana Seglar, sigue siendo
un deseo intenso y latente en ella, pues a pesar de su edad y achaques toma un
taxi y llega sola a la iglesia.
Su hijo Teodoro Ortega García comenta que hace ocho días su
familia se alarmó por que no encontraron
en su cuarto a su mamá Vicentita, pero una llamada oportuna avisando que estaba
en la Iglesia con sus hermanos franciscanos les regresó la tranquilidad.
Vicentita quiere seguir yendo a la Tercera Orden hasta que
el cuerpo aguante y las fuerzas lo permitan, le dice a su hijo que saque del
clóset su hábito café y le recuerda que
al morir tienen que enterrarla vestida con la llamada “mortaja”, signo
distintivo de que pertenece a la Tercera Orden Franciscana.
Recuerda muy emocionada que Dios le permitió celebrar en
familia sus 100 años de vida y asistir a misa en la Iglesia de San Francisco
con sus hermanos de la Tercera Orden, a la cual ha pertenecido desde hace más
de 50 años.
Ella dice que la Regla y la Vida de los Franciscanos
seglares es ésta : “guardar en santo
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo siguiendo el ejemplo de San Francisco de
Asís, que hizo de Cristo el inspirador y centro de su vida con Dios y los
hombres”.
En la vida sencilla y humilde de Vicentita se refleja el
carisma franciscano de buscar la persona viviente y operante de Cristo en los
hermanos, en la sagrada escritura, en la iglesia y en las acciones litúrgicas.